miércoles, 12 de junio de 2013

El Año Pasado en Marienbad (Resnais, 1961)



Posiblemente una de las películas más fascinantes es también una de las que menos argumento contendría, de ser resumida. Es una de sus cualidades más aparentes.

De la mano del director Resnais y del guionista y afamado escritor de la nouveau roman Robbe-Grillet, El año pasado en Marienbad (1961) viaja a través del tiempo y la memoria para engarzarse en ambos, sin dejar tiempo a la elucubración poética. Es, digamos, virulentamente enigmática. Incluso la película más enigmática de la historia del cine, valga tamaña hipérbole. La incertidumbre, y el interrogante no respondido sobre qué es el tiempo… ahí es donde El año pasado en Marienbad plantea el juego, la percepción del tiempo cuando se mezcla con nuestros recuerdos, a la vez que estos se mezclan con nuestra imaginación, de forma constante. No hay tiempo para lo REAL en esta película, y el que parta de ella con concepciones realistas se dará de bruces contra la fuerza verdadera del film.

No hay clave para esta obra de arte, salvo las sensaciones e interpretaciones suscitadas. Cada fotograma está calculado al milímetro para que el espectador se convierta en uno más de los que atraviesan sus pasillos. Y en esta singular fuerza estética reside la base de la película: la plasmación en imágenes de aquello que pertenece a la mente.

La primera voz que se escucha en el filme es la del narrador, que va diciendo al principio sin que se le entienda muy bien, y luego cada vez más claramente; "Una vez más recorro estos pasillos, atravieso estos salones y galerías en este edificio de siglos pasados...", mientras la cámara avanza por los interiores de un gran hotel barroco.


Tenemos a X, que intenta persuadir a una mujer casada, A, de que abandone a su marido, M, y se fugue con él, basándose en una promesa que ella le hizo cuando se conocieron el año anterior en Marienbad. Pero la mujer parece no recordar aquel encuentro.


¿No recuerda aquella ocasión?…será la pregunta de uniformidad desorbitada, y jamás respondida.Y así, poco a poco, a través de fragmentos de conversación, planos de personas cuidadosamente situadas o de grupos estáticos, la película va creando su perturbador universo, que puede ser real o imaginario. 


Los tres personajes principales comenzarán a revelar sus respectivas identidades y todo ello tiene lugar en una delicada fusión entre pasado y presente, donde ya se nos hace saber que no hay nada seguro. Donde el todo es la armonía que tiende a afectar directamente a la sensibilidad perceptiva del espectador. Es una patina genial, una serie de mágicas fotografías únicas. Es la decencia cuestionable de las preguntas sin responder.

Y sí, el film sugiere muchas preguntas más. Mas nuestra labor consistirá no ya en responderlas, actividad que se antoja ardua, sino en discernir al menos si lo que vemos es cierto, o solo un sueño concoide, uno de esos que sólo se dan muy de vez en cuando en el arte, cuando éste es elevado a categorías así.

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© Daniel Arana García de Leániz
Enero 2012 (rev. julio 2013) 

2 comentarios:

  1. Se dice que está inspirada en "La invención de Morel". Algo tiene. Desde luego si la mayoría de personas vincularían con razón el cine con la literatura, si a veces el vínculo con la pintura es evidente, en este caso es una de las máximas representantes de la unión entre el cine y la arquitectura.

    Un saludo

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  2. Gracias, Sergio, efectivamente, en todo libro sobre cine y arquitectura, esta obra maestra merecería una entrada, así como "Strangers when we meet", por razones bien distintas, dicho sea de paso.

    Abrazos.

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