domingo, 29 de diciembre de 2013

Antonio Ramos Rosa: Um caminho de palavras/Un camino de palabras


Sem dizer fogo – vou para ele. Sem enunciar as pedras, sei que as piso – duramente, são pedras e não são ervas. O vento é fresco: sei que é vento, mas sabe-me a fresco ao mesmo tempo que a vento. Tudo o que eu sei, já lá está, mas não estão os meus passos e os meus braços. Por isso caminho, caminho porque há um intervalo entre tudo e eu, e nesse intervalo, caminho e descubro o meu caminho.

Mas entre mim e os meus passos há um intervalo também: então invento os meus passos e o meu próprio caminho. E com as palavras de vento e de pedra, invento o vento e as pedras, caminho um caminho de palavras.


Caminho um caminho de palavras

(porque me deram o sol)

e por esse caminho me ligo ao sol
e pelo sol me ligo a mim



E porque a noite não tem limites

alargo o dia e faço-me dia

e faço-me sol porque o sol existe
Mas a noite existe
e a palavra sabe-o




Sin decir fuego – voy hacia él. Sin enunciar las piedras, sé que las piso – con dureza, pues son piedras, no hierbas. El viento es fresco: sé que es viento, pero me sabe a fresco y viento a la vez. Todo lo que sé, ya está allí, pero no están mis pasos ni mis brazos. Por eso camino, camino porque hay un intervalo entre todo y yo, y en ese intervalo, camino y descubro mi camino.


Pero hay entre mí y mis pasos también un intervalo: así que invento mis pasos y mi propio camino. Y con las palabras de viento y piedra, invento el viento y las piedras, camino un camino de palabras.



Camino un camino de palabras

(porque me dieron el sol)

y por ese camino me uno al sol
y por el sol me uno a mí



Y porque la noche no tiene límites

expando el día y me hago día

y me hago sol porque el sol existe



Pero la noche existe,

lo sabe la palabra.




* De  la antología Sobre o Rosto da Terra, (1961), traducido por Daniel Arana García de Leániz

L' Enfer de Henri-Georges Clouzot


Henri-Georges Clouzot decidió en 1964 filmar L'ENFER, una enfermiza historia de celos con la magnífica Romy Schneider, ya obviamente alejada del meloso papel de Sissi, y convertida aquí en el estereotipo de mujer independiente de los años 60.

Clouzot abandonó, empero, el proyecto, por diferentes motivos que incluían disputas entre los actores, problemas de salud...etcétera, y en 2009, el productor y realizador (y coleccionista nato) Serge Bromberg se quedó encerrado tres horas en el ascensor con la viuda de Clouzot y ésta le cedió las 185 bobinas.


Así las cosas, y exhumadas las bobinas, Bromberg permitió con su buen hacer que exista hoy un documental casi tan fascinante como lo hubiera sido la película, integrando a otros dos actores, que interpretan ciertas escenas, para poder seguir el conjunto de la historia. La película prometía, en efecto, romper con las formas estéticas anteriores, dando un tratamiento del color ciertamente hipnótico, unos efectos musicales electro-acústicos totalmente novedosos, suspense y tensión palpables en cada plano...etcétera.

Cada imagen del documental es única e irrepetible. Y es cierto que Claude Chabrol hizo su propia versión en 1994. Pero esa es otra historia.

****



© Daniel Arana García de Leániz
Diciembre 2013

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Escribir tras el Muro

Me hubiera sido más fácil aceptar un estado de locura
que aquella terrible barrera invisible


Detrás de un muro puede no haber nada. O puede haber una mujer de cuarenta años. O todo un mundo. O quizás el último de los mundos.

La novela de la triste e injustamente olvidada Marlen Haushofer explora los miedos más infinitos del ser humano: miedo a lo diferente, a lo desconocido, a cambiar. Vivimos, no por nada, una existencia basada en la mentira de la magancería social en la que nos hemos agazapado nosotros mismos, un entorno no hostil, en lo hospitalario.

A la manera de un Robinson Crusoe femenino y postmoderno, la isla solitaria es aquí una cabaña de caza en medio de las montañas más agrestes, mientras crece, alrededor de ésta, un muro invisible que la encierra y separa del resto del mundo.

La supervivencia del personaje de Haushofer pasa por tomar el control absoluto de ese fragmento de mundo que le ha quedado. Igual que en The House on the Borderland, de Hodgson, lo hostil es precisamente lo que hay fuera, sólo que en este caso ni siquiera sabemos ni sabe ella qué hay con exactitud.

Supone el libro una suerte de diario, esto es, narración introspectiva en su propia inefabilidad, y la escritora, transmutada en su personaje, es consciente de que será el último relato que escriba en mi vida porque en cuanto lo termine no habrá en toda la casa ni un trocito de papel sobre el que poder escribir.

Haushofer elabora una total y absoluta poética del aislamiento, en el que se acepta –con suma placidez, diría yo- la situación, tratando de sobrevivir. Debe de verse, por otra parte, como una descripción de una época –los ecos de Camus y La Peste nos son cuando menos evidentes, si no necesarios- y de una forma de vivir la vida impuesta por los elementos, como es patente en el caso de este libro, que, despojado a conciencia de la idiocia de ciertos artificios narrativos típicos de la década de los sesenta, por otro lado, constituye una auténtica obra de arte a (re) descubrir.

La historia de esta mujer a la que ya no le importa su nombre, es también nuestra historia, la que hemos de vivir alguna vez, o la que ya hemos de interrumpir por no querer continuar viviendo. Son nuestras también esas pérdidas, las incapacidades de lo cotidiano. No hay peor fin del mundo que ser arrebatados del recodo falso en el que se nos ha permitido –bajo nuestro consentimiento o sin él- vivir.

Que nadie espere entre sus páginas un plácido mensaje de salvación, la salvación está dentro de esa cabaña, no fuera, tras el Muro. Símbolo este tan místico como la Casa en sí misma, es materia frente al espíritu. Quizás la pared que cierra el espacio, un espacio que ya ha dejado de serlo. Es detención, resistencia y límite per se.

Si hay, dejémoslo así, una forma de sobrevivir a la hecatombe que devenga, sea pues ésta –Haushofer inspira tendencia, al cabo- no sólo la lectura, sino la escritura, como si se tratase de la isla de Poe –The Narrative of Arthur Gordon Pym of Nantucket- que ha sido escrita en todos y cada uno de sus recodos.

Escribir tras el Muro es el emblema principal en el escudo último de la supervivencia.



© Daniel Arana García de Leániz
Diciembre 2013

viernes, 13 de diciembre de 2013

TRANSICIONES


Strange brew, y sonidos de radio
en el atardecer
Donde la desnudez de la cosa misma
es pensada
a veces como un hermoso velo que,
taxativamente,
se escapa de la gloria para obedecer a
la paciencia.

La habitación en el desierto de Avicena,
concisión
Inagotable, perpleja y ambigua,
viajar lejos por hallarse en lo cercano,
transiciones
de un extremo cartesiano al alma de la
vecindad vencida.

Playa de Hiperión, originaria y precoz,
desbrozada,
topografía emocional de caballos al aire,
Vano es
el camino andado, alucinado verismo
el alba.
Si ayer era imposible, hoy es aún más hondo
el dédalo para escapar.


© Texto: Daniel Arana García de Leániz
Fotografía: Mar Esteban
Diciembre 2013 

Dos fragmentos de Marlowe

Nature, that fram'd us of four elements
Warring within our breasts for regiment,
Doth teach us all to have aspiring minds;
Our souls, whose faculties can comprehend
The wondrous architecture of the world,
And measure every wandering planet's course, 
Still climbing after knowledge infinite,
And always moving as the restless spheres,
Will us to wear ourselves, and never rest,
Until we reach the ripest fruit of all,
That perfect bliss and sole felicity,
The sweet fruition of an earthly crown.

Black is the beauty of the brightest day,
The golden belle of heaven's eternal fire,
That danced with glory on the silver waves,
Now wants the fuel that inflamed his beams:
And all with faintness and for foul disgrace,
He binds his temples with a frowning cloud,
Ready to darken earth with endless night:
Zenocrate that gave him light and life,
Whose eyes shot fire from their ivory bowers,
And tempered every soul with lively heat,
Now by the malice of the angry skies,
Whose jealousy admits no second mate,
Draws in the comfort of her latest breath
All dazzled with the hellish mists of death.

MARLOWE, Christopher. 1930. Tamburlaine the Great. Edited by U.M. Ellis-Fermor. London:Methuen, 321 pp.









La Naturaleza, que de cuatro elementos nos dotó, Guerreando en nuestro pecho por un orden, 
Nos enseña a todos a tener mentes con ambición. Nuestras almas, que de por sí pueden concebir
La maravillosa arquitectura del mundo, 
Y medir el curso de todo planeta errante,
Persiguiendo aún el conocimiento infinito, 
Y siempre movido como inquieta esfera, 
Nos impele a no descansar jamás 
Hasta alcanzar el fruto más maduro de todos, 
Esa perfecta dicha y felicidad única que es 
El dulce disfrute de una corona terrena.

Negra es la belleza del más luminoso día;
La dorada beldad del eterno fuego celestial, 
Que bailó con la gloria de las olas de plata, y hoy Anhela el combustible que prendió sus haces: 
Para debilidad y repugnante desgracia de todos,
Él anuda templos con una nube de cirros, listo 
Para oscurecer la tierra con una noche sin final;
Jenócrates, que le dio luz y vida, y cuyos ojos Emanaban fuego desde sus parrillas de marfil,
Templó cada alma con vivo calor. 
Hoy, por la malicia de los irritados cielos, 
Su recelo no admite segundos compañeros, 
Y bosqueja el alivio de su último respiro; Deslumbrados todos por infernales rocíos de muerte.

Adaptado y traducido al castellano por Daniel Arana García de Leániz (inédito).



sábado, 7 de diciembre de 2013

Exótica

Película de culto cuya sinopsis gira en torno a la "progresiva memoria continua" de cinco personajes desbordados por la aspereza y el desidio de unas vidas absolutamente anodinas que se ven truncadas en un escenario nada convencional como viene a ser un club de strip-tease llamado "Exótica". Aquí encontramos a un Atom Egoyan que consigue seducirnos, una vez más, con un reparto magistral y una verdadera obra de arte donde nos envuelve en una atmósfera casi irreal y absolutamente dramática tratando temas tan profundos y existenciales como la frustración, la soledad, la melancolía y la muerte. Todo ello envolviéndolo con un velo sutil, elegante y sofisticado que hace que el espectador se adentre intrínsecamente en la introspectiva trama.


Intensa, viva y tremendamente sensual Egoyan nos sumerge en una atmósfera misteriosa que se adentra más allá de lo que se ve, penetrando en esas almas desoladas de unos personajes que encuentran su vía de escape a modo "catarsis" en ese lugar de reunión donde logran encontrar consuelo y sentido a su existencia. Una de las escenas más sensuales del film tiene lugar cuando  Christina (Mia Kirshner) comienza uno de sus bailes eróticos de la voz de un Leonard Cohen ("Everybody Knows") absolutamente seductor y sugerente.


Este escenario del deseo y del placer en apariencia va más allá adentrándose en las profundidades de los personajes con unas vidas que llegan a unirse en diferentes espacios de tiempo, un rompecabezas donde comienzan a hilarse las bifurcaciones de vidas diferentes pero unidas por el accidente de un asesinato.


En "Exótica" todos los personajes encuentran una especie de catarsis para salvarse de la autodestrucción y del Caos. Un lugar de encuentro que se convierte en decisivo para Christina (Mia Kirshner) y Francis (Bruce Greenwood), el solitario inspector de Hacienda con un turbio y terrible pasado. En secreto llevan una relación muy especial, una historia oculta que sólo ambos conocen y que despiertan los celos de Zoe (Elias Koteas), el disc-jockey del local, ex-amante de Christina, quien a través del micrófono da rienda suelta a sus fantasías más ocultas de su alter ego.

Una verdadera joya canadiense con una música y una fotografía espectaculares.

****


© Mar Esteban
Diciembre 2013

jueves, 5 de diciembre de 2013

Las sombras de Schopenhauer




Como ángel caído manifiesto
la parquedad de las sombras torvas
de Schopenhauer.

Su mirada penetra remolinos impasibles
de un batir de remos,
espejos invisibles,
reflejo del Cosmos,
                              los átomos,
Pensamiento único,
                               aislado.

Como náufrago de invierno
en mares azarosos
remos de plomo
                             “aire embalsamado”
el silencio,
la Nada …

Cuando viajas hacia dentro
sólo queda la resonancia,
                             el eco,
el rumor de una palabra ..

Y nos aislamos allí,
donde jamás podremos navegar,
en nuestro pensamiento más recóndito,
umbral de un náufrago sin red,
                            ni remos ni madera.

En el escombro infiel al pulso,
vibración del ser,
del deseo despojado,
aquello que llaman “el placer de los extraños”.

© Texto y fotografía: Mar Esteban
Noviembre 2013 

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Epístola a Thomas


Para no cesar en la exploración,
ni atenuar el yo/lividez,
Para no condensar entre poema y poeta
La suave desidia del ser,
Para no abrir santuarios ni marchitar
juramentos,
para no alcanzar una estación prematura,
de dicción e incisión,
para no compensar un enigma en desbrozo,
inane coqueteo con voluntariosos
fanatismos.
Hoja enmascarada entre quedos minutos de arena,
Es la antigua manera de hacer, el poema/verdad.
Para no cesar en la exploración, mi rostro es hoy
Tu rima.

© Texto: Daniel Arana García de Leániz
Fotografía: Alicia Arana García de Leániz
Noviembre 2013 

jueves, 28 de noviembre de 2013

(in) Gravidez #3



Pergeñas tierra inamovible,
luces de
ese
       ayer.
Hemos detenido el momento,
                para su culpable afabilidad,
y tan
 sólo                        una masa se bifurca
entre caminos y el vigor
rendido.

Se escucha cristal de hielo en
              silencio, albor de espíritus eternos.
El
juego
sólo                                     empezó para recordar
la reverencia           afligida de la perfección,
de
la
   demanda.

Y, en
su
soledad, la generación del
temor se afana en digerir
            la oscuridad,
la guerra nublada del que codicia
una brava, ingrávida                              posteridad.



© Texto: Daniel Arana García de Leániz
Fotografía: Mar Esteban
Noviembre 2013 

martes, 19 de noviembre de 2013

The Deadly Game (George Isaac, 2013)

Existe una extraña tendencia a reducir el género thriller a mera factura hollywoodiense, olvidando que, sin duda, se siguen haciendo este tipo de películas también en Europa. En el caso del Reino Unido, es bien cierto que grandes obras maestras del género provienen de allí, sólo citar GET CARTER (1971), THE LONG GOOD FRIDAY (1980) o la más reciente TINKER TAILOR SOLDIER SPY (2011), y que serán suficientes como ejemplo.

Por ello, y pese a todo, conviene abandonar el país de Philip Marlowe, y adentrarse de nuevo en el de aquel Sherlock Holmes, y asistir a indescifrables tramas, corrupción, y persecuciones cerca de Piccadilly Circus o el Támesis. Este año, George Isaac presenta su primera película como director: THE DEADLY GAME. Y lo hace con un reparto hecho para no decepcionar: Gabriel Byrne, Rufus Sewell, Toby Stephens y Julian Sands (sin olvidar la pequeña y siempre sugerente
intervención de una belleza como Elsa Pataky).

Isaac demuestra ser un artesano que respeta los clichés del género, tales como un guión complejo, atmósferas degradadas o situaciones violentas, y que aporta un universo propio, donde un ladrón experto llamado Riley (Toby Stephens) se ve envuelto en un último golpe, mientras un grupo de policías corruptos –liderados por Parker (Rufus Sewell)- traspasa las fronteras entre el bien y el mal, y el líder del crimen organizado londinense (Gabriel Byrne) trata de ceder su imperio a un hijo más que inepto.

Isaac reúne los tópicos del género y lo hace con tal sobriedad narrativa que casi hace olvidar al espectador que los tiene enfrente, con un Londres nocturno que se mueve entre lo hortera y lo clásico, y que recuerda sin duda al antedicho THE LONG GOOD FRIDAY. Son tiempos modernos, un siglo XXI en el que la mafia y la delincuencia tratan de subsistir de alguna manera, y a contracorriente, pues parecen haber quedado atrás, y formar parte del pasado.

THE DEADLY GAME -también conocida como ALL THINGS TO ALL MEN- está dirigida, escrita y producida por el propio Isaac, y resulta, en el fondo, una película mucho más inteligente y elaborada de lo que parece a simple vista. Técnicamente funcional, supone, sobre todo, supone un tour de force de tres excelentes actores (Sewell, Stephens y por supuesto el siempre impagable Gabriel Byrne).

No es, con toda probabilidad, la obra maestra del thriller inglés, pero está tan lejos de ser una de las peores…


***

© Daniel Arana García de Leániz
Noviembre 2013












jueves, 14 de noviembre de 2013

The Frozen Ground (Scott Walker, 2013)

Imaginen una Alaska nevada –para variar- idílica, donde el tiempo parece haberse detenido. En ella vive un feroz asesino, violador y torturador de mujeres (impagable John Cusack), principalmente de aquellas que ejercen la prostitución –de la que, dicho sea de paso, este film está muy lejos de ofrecer una imagen glamourosa- cuya identidad conocemos desde prácticamente el principio.

Conectando uno de sus casos con otro de los sucesos acaecidos en Alaska, al policía de la gran ciudad que da vida Nicolas Cage (en su habitual papel histriónico y asfixiado por su propia existencia) se le meterá entre ceja y ceja acabar definitivamente con el monstruo que va dejando tras de sí un reguero de cadáveres femeninos, ayudado únicamente por una bella prostituta superviviente (la ex chica Disney Vanessa Hudgens, evidentemente alejada de sus primeros papeles, y que realiza una más que creíble interpretación, quizá la mejor de los tres).

Hasta aquí, el argumento, que se resume rápido. Se trata, a priori, ni más ni menos que de un thriller clásico, pero poco a poco, es ésta una idea que se cae por su propio peso.  Tiene a su favor la sempiterna –pero que algunos jamás querremos que deje de filmarse- idea para una trama de psychothriller, una extraordinaria dirección artística, así como de fotografía, y desde luego, la evidente muestra de que Walker sabe hacer cine.

Un thriller en el que los parajes helados cobran tanto o más protagonismo que los propios actores, mezcladas las inclemencias exteriores, eso sí, con una algo más tópica visión de los antros donde bailan mujeres desnudas, justo después de la inyección de droga al uso. Un thriller frío, que deja al espectador como si viniese de recibir una enorme puñalada en las entrañas; film desolador, de especial relevancia en el thriller moderno, con un estilo además que rehuye de lo clasicista, dándole relevancia al movimiento de cámara constante. Movimiento que tiñe al film de un aspecto documental y que le dota de un ferozmente mayor realismo.


No debemos olvidar que, a diferencia de otros productos del género, se ciñe a hechos verídicos, lo que no deja lugar a dudas de la repugnancia que otros seres humanos producen a veces en sus congéneres. Narrativamente austera, ésta es, empero, otra de sus mejores bazas. Probablemente, y digo sólo probablemente, estemos ante uno de los thrillers más gélidos y descarnados de los últimos tiempos, también ante uno de los mejores. Lo que, a estas alturas del viaje, ya es mucho.

***1/2

© Daniel Arana García de Leániz
Noviembre 2013

lunes, 11 de noviembre de 2013

El sueño de María Antonieta (esbozo de un film de Sofía Coppola)

Los sueños de María Antonieta captaban la esencia de los referentes eidéticos oníricos de la Francia del siglo XVIII.  Con el fin de sellar una alianza entre dos países históricamente enfrentados, Francia y Austria, se asegura igualmente un compromiso matrimonial entre el Delfín, futuro Luis XVI y la princesa de Austria, María Antonieta. Con tan sólo 14 años de edad la obligan a despojarse de todo y abandonar Viena para adentrarse en la opulenta, sofisticada y libertina corte francesa. "Todos los ojos se posarán en vos".
Su suprema capacidad de retener las notas esenciales de una vivencia en un sueño reflejaba su deseo y anhelo más interior de una búsqueda sobre la sensibilidad en un mundo material y fastuoso, como las Cortes de Versalles. Ajena al mundo de las apariencias, se rebela contra el aislamiento que representan las cortes. Caminaba por sus lujosos pasillos simulando formar parte de las sonrisas y gestos de los personajes que formaban parte de una pantomima tan petulante y frívola como era la nación francesa.


Pero su benevolencia chocaba con la ostentosa ornamentación de los pasillos y habitáculos que formaban un reino perfecto en un Mundo Perfecto. Una impostura que quedaba reflejada en su mirada al asomarse a algún espejo-espejismo-abismo. Recordemos las escenas donde la madre les manda unas cartas donde la culpa a ella de todo sometiéndola a grandes presiones: "La amistad entre Francia y Austria debe ser consolidada con un matrimonio consumado" o bien "Representas el futuro, debes complacer al delfín y dar un hijo para sellar la alianza franco-austriaca, de lo contrario, habrá consecuencias". Su aislamiento queda más que presente en un primer plano de María Antonieta asomada a los balcones de la corte de Versalles, plano que se va alejando, dejando muy patente su aislamiento y su incomprensión.
Su fortaleza no es otra que el dominio de sus pasiones refuguiandose en vestidos ostentosos y lujosos, en comidas exuberantes y bebidas excitantes … rodeada de gente y fiestas … tal vez la vida transcurría más amena, más pasajera y más llevadera.


Pero su discurso es un discurso vehemente, por mucho que enmascare sus palabras y sus gestos. Sus ojos arden como bengalas en la noche, sus manos, llenas de pasión, no admiten más mundos condicionados, mundos que conducen a la mentira, al engaño, a lo anodino …
En un mundo anodino su estoicismo inequívocamente se anula, su mente se nubla, sus ojos se cierran y su piel se torna pálida y sin luminosidad.
"Todas las cosas condicionadas son un engaño, detrás del engaño sólo existe la luminosidad del vacío" (Nägärjuna, Mülamadhyama-kakärikä, cap. XIII, 1-2).
Encuentra su refugio en un mundo bucólico, en una naturaleza donde el blanco prima por encima del azul. Como si su deseo interior no fuese otro que "limpiar su alma", extraer la vacuidad de su interior, el concepto vaciedad que ya T.S. Eliot nombró en sus versos.
Es consciente de sus límites y el motor de su razón desea extralimitarse, salirse de ellos, saltarlos, superar esos muros insondables poniéndose unos muros propios e invisibles a ese mundo que no le pertenece. Esos muros invisibles no son más que su propio reflejo, "el reflejo de la razón en los límites del pensar".


Encuentra su momento de paz y felicidad en Petit Trianon junto al Conde Ferse. Pero no deja de ser "un espejismo en el desierto" y debe regresar de Petit Trianon donde una escena maravillosa seguía la partida yéndose y dejando al Conde Ferse, su amante y verdadero amor. Vuelve a la vida en la Corte en una escena que pretende mostrar, nuevamente, su sensación de aislamiento. Dicha escena, según la directora, Sofía Coppola, fue inspirada en la escena de la lectura del guión de All That Jazz, en la que el sonido desaparecía y miraba a su alrededor, una sensación de autocompasión en grado sumo. Porque María Antonieta asume su rol y está dispuesta a llevarlo hasta el final, pese a que el pueblo no la comprenda, pues es la reina más odiada e incomprendida de la historia de Francia.
En los limites de los sueños es donde María Antonieta encuentra la paz ante un pueblo sediento de sangre. Su gesto es noble, enmudece, sin perder jamás su misterio.


En mi final está mi principio
se asoma a la boca-abismo
ante una multitud inabarcable y enfurecida
naúsea sartriana
donde lo innombrable permanece
ajeno al terror.

"Esa vibración que, por resonancia, remite a la pulsión del Universo" (Chantal Maillard, Contra el arte y otras imposturas)

***1/2

© Mar Esteban
Noviembre 2013

martes, 5 de noviembre de 2013

Death Wish, una novela de Brian Garfield

Hoy más recordada por su versión cinematográfica que por la novela original, existe una obra extraordinariamente escrita, y que define muy bien la idea de muerte en la novelística de los setenta: Death Wish, escrita por Brian Garfield en 1972.
         Paul Benjamin es un contable cuya ideología liberal y pacifista se desmorona al ser su mujer asesinada por unos maleantes y quedar su hija en estado vegetativo. Toma una dura decisión: dar con los criminales y ajusticiarlos, limpiando de paso la ciudad de lo él considera malo, sobrante.
         Pero la muerte aquí, que acaece por estrictos motivos de venganza, está lejos de ser glorificada. Death Wish es una novela psico-sociológica de contenido mucho más profundo que su versión al cine. Benjamin no llega a tomar una decisión violenta hasta pasadas las tres cuartas partes de la novela, pero toda su disquisición al respecto da una imagen totalmente contraria del disneyficado Nueva York que ha llegado a ser esta ciudad.
         El mensaje es tan claro como terrible: ¿cómo podemos hacer frente a la violencia cuando somos víctimas de ésta?, ¿cómo respondemos a nuestra propios impulsos violentos, y además, de dónde vienen?, ¿cómo administra justicia un tipo corriente? 
         Con la sociedad norteamericana del momento -dividida entre la paranoia y la culpa, el miedo y la rabia- Paul Benjamin es el nexo moral entre todas ellas. Alguien, acaso, que quiere creer en la democracia a nivel conceptual, pero no sabe cómo vivir en el mundo real.
         Benjamin olvida el utilitarismo benthamiano sobre la ley como correctivo, incluso del castigo como mecanismo que evite el dolor y produzca placeres[1]. Benjamin ya tiene un futuro lleno de dolor y carente de goce, Benjamin se autodestruye mientras lo hace, a su vez, con los delincuentes. Todo comienza despacio:
Those things happened but they happened anonymously; there was no real feeling of human violence to them. Now he had to get used to an entire new universe of reality.[2]
         Es Death Wish una de las más profundas y lúcidas exploraciones de las ramificaciones morales, emocionales y psicológicas de la violencia y de la muerte, desde la perspectiva de víctima y agresor por igual. En este caso y ahí reside su complejidad, son la misma persona, y la novela, en su mayor parte, se ocupa precisamente de cómo oscila Paul Benjamin hacia un lado u otro: now he found himself searching every face for signs of violence.[3]
         En definitiva, resulta notable, y triste, cómo el mundo que Paul ve y el que nosotros, como lectores/espectadores vemos, se convierte cada vez en uno más amenazante, lo que permite a nuestros peores temores, prejuicios e incertidumbres manifestarse con claridad paranoide: the
body rotted, the mind deteriorated; only the demons of subconscious fantasies thrived.[4]
         El problema, el verdadero problema de la oleada terrorífica en la que se ve envuelto ese hombre gris, típicamente americano, es, precisamente, que Paul es absolutamente consciente de que ha cambiado, y de que la violencia, enmarcada en su exacerbado vigilantismo, es sólo eso: violencia. No es el remedio, sino el más penoso empeoramiento de una enfermedad llamada delincuencia. Y Paul, aquel pacifista, es ya únicamente un sociópata irremediable.  


© Texto y traducciones del original: Daniel Arana García de Leániz
Noviembre 2013



[1] DUCHESNEAU, François. «Jérémie Bentham : la morale utilitariste » en François Chatelet (ed). 1973. Histoire de la Philosophie: La Philosophie du Monde Scientifique et Industriel (1860-1940). Paris : Hachette, pp. 125-129
[2] GARFIELD, Brian. (1972) 1982. Death Wish. London : Coronet, p. 56
(Aquellas cosas sucedieron, pero sucedieron anónimamente; no había ningún verdadero sentimiento de violencia humana hacia ellos. Ahora tenía que acostumbrarse a todo un nuevo universo de la realidad)
[3] Ibíd., p. 58
(Ahora se encontraba a sí mismo escrutando cada rostro en busca de señales de violencia)
[4] Ibíd., p. 64
(Con el cuerpo podrido y la mente deteriorada, sólo los demonios de las fantasías subconscientes prosperaron)

jueves, 31 de octubre de 2013

POSTAL DE UNA CALLE


 La calle
donde el músico juega a que adoptemos su oído.

Cada uno
ve lo que cede.

¿Por qué, entonces, si resulta tan ajeno a la
arrogancia y al pathos de la distancia, por qué entonces es tan rara su música?

Recibe
sólo aquello que expone.

Bajo la tenue iridiscencia de los arcos
multiplicados en el claustro desnudo.

Bajo el sofocante calor del mediodía, en esa calle desierta,
que irá a la busca del lento desperezo del atardecer en un día de verano.

Su oído es también ojo.
Es ese misterioso contrapunto sombra que no parece venir sino de un interior sin imágenes ni formas.

En esas ocasiones de abismática profundidad neural da sobre todo miedo.

Sonoridad de jazz que pugna por brotar.

Apenas, la voz perfecta
que será al fin silencio.

© Texto: Daniel Arana García de Leániz
Dibujo: Bob Dylan
Octubre 2013

lunes, 21 de octubre de 2013

The Body Stealers (Gerry Levy, 1969)

La productora británica Tigon había disfrutado de un gran éxito en su momento con Witchfinder general (1968) y The Curse of the Crimson Altar (1968), pero por alguna razón el productor Tony Tenser decidió que no había necesidad de diversificar y atraer a un mercado diferente, y en verano de 1969 se estrena esta atípica mezcolanza de The Body Snatchers (1956), el fenómeno 007 y, por supuesto, el doctor Who.

Ignorada, vilipendiada y sobre todo olvidada, se trata de un más que interesante producto de la sci-fi británica, a la espera de recibir una edición en DVD en nuestro país:

Cuando dos grupos de once paracaidistas desaparecen a mitad de salto, el hombre del ministerio Hindesmith (Allan Cuthbertson), encarga al General Armstrong (magnífico George Sanders) y al diseñador de paracaídas Jim Radford (Neil Connery, hermano de Sean) buscar un investigador, que será el mujeriego Bob Megan (Patrick Allen), que en un principio no cree que nada misterioso esté sucediendo.

Pero Megan empieza a descubrir cosas extrañas, como que en uno de los lugares de aterrizaje original se encuentre una hebilla del paracaídas, o que la primera noche, en el hotel de la playa, se encuentre con Lorna (Lorna Wilde), una misteriosa mujer que aparentemente también desaparece inesperadamente.

Megan descubre un denominador común: que los once paracaidistas desaparecidos habían sido entrenados para viajes espaciales, y por ello decide detener todos los saltos hasta que se entere de lo que está pasando. Pero cuando uno de los paracaidistas regresa, y muere antes de revelar nada, dos doctores (Maurice Evans y Hilary Dwyer) encuentran radioactividad en su cadáver, y los acontecimientos se precipitan hacia un impredecible desarrollo.

Evidentemente, y aunque estemos lejos de una obra maestra del fantástico británico -pero tan digno como casi todos los productos de aquella época, incluyendo los de la Hammer, y superior a Moon Zero Two, del mismo año, por ejemplo- nos hallamos ante un divertido, solvente y sobre todo, peculiar producto de la serie B más entrañable, con una excelente ambientación, un reparto de lo más british y lograda en el sentido de que se trata de una obra de poco presupuesto, pero resuelta con la suficiente inteligencia como para que el espectador no pierda el interés a través de su hora y media. Único film de su realizador, Gerry Levy, dedicado luego a labores de producción para Attenborough o Pollack, nada menos.


***

© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013

jueves, 17 de octubre de 2013

Murders in the Rue Morgue (Gordon Hessler, 1971)

El cuarto film de Gordon Hessler para la AIP sería la última entrada en la segunda serie de “adaptaciones” de la obra de Edgar Allan Poe. En este caso se trataría de “Murders in the Rue Morgue”, cuento publicado en 1841, considerado como el primer relato de detectives de la historia de la literatura. Como en casi todas las adaptaciones de la obra de Poe realizadas por la AIP, es muy poco lo que se recoge del cuento original. En este caso además del título, lo que el guionista Christopher Wicking hace es situar la acción alrededor de una producción teatral que adapta la obra de Poe, la cual se convierte en el blanco de un misterioso y vengativo hombre desfigurado el cual fue enterrado vivo. 

Según Hessler, la razón por la cual se desarrolló la historia de ese modo, fue debido a que ya existía una adaptación cinematográfica del cuento (protagonizada en 1932 por Bela Lugosi), por lo cual todo el mundo ya sabía cómo terminaba la historia. 

Así las cosas, “Murders in the Rue Morgue” (1971) –competentemente protagonizado por  Herbert Lom, Adolfo Celi o Christine Kauffman, y no tanto por un Jason Robards que seguía hundido en su alcoholismo y realiza una hierática y aburrida interpretación- es más bien una adaptación de “El Fantasma de la Ópera”, de Leroux, pero con la habitual complejidad de los films dirigidos por Hessler, cuya predilección por el montaje onírico y pesadillesco –que había mostrado ya en obras anteriores como “Scream and scream again” o “The Oblong Box”- le convierten en un director más que peculiar de su época.

Con un reparto internacional bien llamativo -se trata de una coproducción, por lo que encontramos americanos como Robards, italianos como Celi, alemanes como la bellísima Maria Perschy o españoles como Rafael Hernández- la historia empieza sin demora, por, suponemos, aprovechar el metraje para el que había presupuesto:

Cesar Charron (Jason Robards), es el director de una compañía de teatro que se encuentra presentando la obra “Murders in the Rue Morgue”, de Edgar Allan Poe, en París. Mientras que la esposa de Charron y estrella de la compañía, Madeleine (Christine Kauffman) comienza a tener una serie de horribles pesadillas protagonizadas por un asesino enmascarado, algunos de los actores de la compañía empiezan a ser asesinados sin razón aparente. ¿Cuál será la razón de estos asesinatos y que conexión tienen con las pesadillas de Madeleine?

No hablamos, qué duda cabe, de una obra maestra del cine de terror de los 70, pero sí de un producto honrado, a la altura de otros trabajos producidos por la AIP, donde destacan con luz propia los personajes de Lom y Celi, y especialmente el aire onírico que pretende darle Hessler a la historia, insertando un sueño que se repetirá una y otra vez, donde en cada ocasión se presenta una nueva pieza del rompecabezas. En ese sentido, la pesadilla que experimenta la protagonista resulta efectiva, donde un misterioso hombre enmascarado sostiene un hacha sobre la cabeza de Madeleine.

Hessler deberá ser reivindicado en algún momento como ese más que interesante e inteligente artesano del fantástico que fue.



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© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013