jueves, 28 de noviembre de 2013

(in) Gravidez #3



Pergeñas tierra inamovible,
luces de
ese
       ayer.
Hemos detenido el momento,
                para su culpable afabilidad,
y tan
 sólo                        una masa se bifurca
entre caminos y el vigor
rendido.

Se escucha cristal de hielo en
              silencio, albor de espíritus eternos.
El
juego
sólo                                     empezó para recordar
la reverencia           afligida de la perfección,
de
la
   demanda.

Y, en
su
soledad, la generación del
temor se afana en digerir
            la oscuridad,
la guerra nublada del que codicia
una brava, ingrávida                              posteridad.



© Texto: Daniel Arana García de Leániz
Fotografía: Mar Esteban
Noviembre 2013 

martes, 19 de noviembre de 2013

The Deadly Game (George Isaac, 2013)

Existe una extraña tendencia a reducir el género thriller a mera factura hollywoodiense, olvidando que, sin duda, se siguen haciendo este tipo de películas también en Europa. En el caso del Reino Unido, es bien cierto que grandes obras maestras del género provienen de allí, sólo citar GET CARTER (1971), THE LONG GOOD FRIDAY (1980) o la más reciente TINKER TAILOR SOLDIER SPY (2011), y que serán suficientes como ejemplo.

Por ello, y pese a todo, conviene abandonar el país de Philip Marlowe, y adentrarse de nuevo en el de aquel Sherlock Holmes, y asistir a indescifrables tramas, corrupción, y persecuciones cerca de Piccadilly Circus o el Támesis. Este año, George Isaac presenta su primera película como director: THE DEADLY GAME. Y lo hace con un reparto hecho para no decepcionar: Gabriel Byrne, Rufus Sewell, Toby Stephens y Julian Sands (sin olvidar la pequeña y siempre sugerente
intervención de una belleza como Elsa Pataky).

Isaac demuestra ser un artesano que respeta los clichés del género, tales como un guión complejo, atmósferas degradadas o situaciones violentas, y que aporta un universo propio, donde un ladrón experto llamado Riley (Toby Stephens) se ve envuelto en un último golpe, mientras un grupo de policías corruptos –liderados por Parker (Rufus Sewell)- traspasa las fronteras entre el bien y el mal, y el líder del crimen organizado londinense (Gabriel Byrne) trata de ceder su imperio a un hijo más que inepto.

Isaac reúne los tópicos del género y lo hace con tal sobriedad narrativa que casi hace olvidar al espectador que los tiene enfrente, con un Londres nocturno que se mueve entre lo hortera y lo clásico, y que recuerda sin duda al antedicho THE LONG GOOD FRIDAY. Son tiempos modernos, un siglo XXI en el que la mafia y la delincuencia tratan de subsistir de alguna manera, y a contracorriente, pues parecen haber quedado atrás, y formar parte del pasado.

THE DEADLY GAME -también conocida como ALL THINGS TO ALL MEN- está dirigida, escrita y producida por el propio Isaac, y resulta, en el fondo, una película mucho más inteligente y elaborada de lo que parece a simple vista. Técnicamente funcional, supone, sobre todo, supone un tour de force de tres excelentes actores (Sewell, Stephens y por supuesto el siempre impagable Gabriel Byrne).

No es, con toda probabilidad, la obra maestra del thriller inglés, pero está tan lejos de ser una de las peores…


***

© Daniel Arana García de Leániz
Noviembre 2013












jueves, 14 de noviembre de 2013

The Frozen Ground (Scott Walker, 2013)

Imaginen una Alaska nevada –para variar- idílica, donde el tiempo parece haberse detenido. En ella vive un feroz asesino, violador y torturador de mujeres (impagable John Cusack), principalmente de aquellas que ejercen la prostitución –de la que, dicho sea de paso, este film está muy lejos de ofrecer una imagen glamourosa- cuya identidad conocemos desde prácticamente el principio.

Conectando uno de sus casos con otro de los sucesos acaecidos en Alaska, al policía de la gran ciudad que da vida Nicolas Cage (en su habitual papel histriónico y asfixiado por su propia existencia) se le meterá entre ceja y ceja acabar definitivamente con el monstruo que va dejando tras de sí un reguero de cadáveres femeninos, ayudado únicamente por una bella prostituta superviviente (la ex chica Disney Vanessa Hudgens, evidentemente alejada de sus primeros papeles, y que realiza una más que creíble interpretación, quizá la mejor de los tres).

Hasta aquí, el argumento, que se resume rápido. Se trata, a priori, ni más ni menos que de un thriller clásico, pero poco a poco, es ésta una idea que se cae por su propio peso.  Tiene a su favor la sempiterna –pero que algunos jamás querremos que deje de filmarse- idea para una trama de psychothriller, una extraordinaria dirección artística, así como de fotografía, y desde luego, la evidente muestra de que Walker sabe hacer cine.

Un thriller en el que los parajes helados cobran tanto o más protagonismo que los propios actores, mezcladas las inclemencias exteriores, eso sí, con una algo más tópica visión de los antros donde bailan mujeres desnudas, justo después de la inyección de droga al uso. Un thriller frío, que deja al espectador como si viniese de recibir una enorme puñalada en las entrañas; film desolador, de especial relevancia en el thriller moderno, con un estilo además que rehuye de lo clasicista, dándole relevancia al movimiento de cámara constante. Movimiento que tiñe al film de un aspecto documental y que le dota de un ferozmente mayor realismo.


No debemos olvidar que, a diferencia de otros productos del género, se ciñe a hechos verídicos, lo que no deja lugar a dudas de la repugnancia que otros seres humanos producen a veces en sus congéneres. Narrativamente austera, ésta es, empero, otra de sus mejores bazas. Probablemente, y digo sólo probablemente, estemos ante uno de los thrillers más gélidos y descarnados de los últimos tiempos, también ante uno de los mejores. Lo que, a estas alturas del viaje, ya es mucho.

***1/2

© Daniel Arana García de Leániz
Noviembre 2013

lunes, 11 de noviembre de 2013

El sueño de María Antonieta (esbozo de un film de Sofía Coppola)

Los sueños de María Antonieta captaban la esencia de los referentes eidéticos oníricos de la Francia del siglo XVIII.  Con el fin de sellar una alianza entre dos países históricamente enfrentados, Francia y Austria, se asegura igualmente un compromiso matrimonial entre el Delfín, futuro Luis XVI y la princesa de Austria, María Antonieta. Con tan sólo 14 años de edad la obligan a despojarse de todo y abandonar Viena para adentrarse en la opulenta, sofisticada y libertina corte francesa. "Todos los ojos se posarán en vos".
Su suprema capacidad de retener las notas esenciales de una vivencia en un sueño reflejaba su deseo y anhelo más interior de una búsqueda sobre la sensibilidad en un mundo material y fastuoso, como las Cortes de Versalles. Ajena al mundo de las apariencias, se rebela contra el aislamiento que representan las cortes. Caminaba por sus lujosos pasillos simulando formar parte de las sonrisas y gestos de los personajes que formaban parte de una pantomima tan petulante y frívola como era la nación francesa.


Pero su benevolencia chocaba con la ostentosa ornamentación de los pasillos y habitáculos que formaban un reino perfecto en un Mundo Perfecto. Una impostura que quedaba reflejada en su mirada al asomarse a algún espejo-espejismo-abismo. Recordemos las escenas donde la madre les manda unas cartas donde la culpa a ella de todo sometiéndola a grandes presiones: "La amistad entre Francia y Austria debe ser consolidada con un matrimonio consumado" o bien "Representas el futuro, debes complacer al delfín y dar un hijo para sellar la alianza franco-austriaca, de lo contrario, habrá consecuencias". Su aislamiento queda más que presente en un primer plano de María Antonieta asomada a los balcones de la corte de Versalles, plano que se va alejando, dejando muy patente su aislamiento y su incomprensión.
Su fortaleza no es otra que el dominio de sus pasiones refuguiandose en vestidos ostentosos y lujosos, en comidas exuberantes y bebidas excitantes … rodeada de gente y fiestas … tal vez la vida transcurría más amena, más pasajera y más llevadera.


Pero su discurso es un discurso vehemente, por mucho que enmascare sus palabras y sus gestos. Sus ojos arden como bengalas en la noche, sus manos, llenas de pasión, no admiten más mundos condicionados, mundos que conducen a la mentira, al engaño, a lo anodino …
En un mundo anodino su estoicismo inequívocamente se anula, su mente se nubla, sus ojos se cierran y su piel se torna pálida y sin luminosidad.
"Todas las cosas condicionadas son un engaño, detrás del engaño sólo existe la luminosidad del vacío" (Nägärjuna, Mülamadhyama-kakärikä, cap. XIII, 1-2).
Encuentra su refugio en un mundo bucólico, en una naturaleza donde el blanco prima por encima del azul. Como si su deseo interior no fuese otro que "limpiar su alma", extraer la vacuidad de su interior, el concepto vaciedad que ya T.S. Eliot nombró en sus versos.
Es consciente de sus límites y el motor de su razón desea extralimitarse, salirse de ellos, saltarlos, superar esos muros insondables poniéndose unos muros propios e invisibles a ese mundo que no le pertenece. Esos muros invisibles no son más que su propio reflejo, "el reflejo de la razón en los límites del pensar".


Encuentra su momento de paz y felicidad en Petit Trianon junto al Conde Ferse. Pero no deja de ser "un espejismo en el desierto" y debe regresar de Petit Trianon donde una escena maravillosa seguía la partida yéndose y dejando al Conde Ferse, su amante y verdadero amor. Vuelve a la vida en la Corte en una escena que pretende mostrar, nuevamente, su sensación de aislamiento. Dicha escena, según la directora, Sofía Coppola, fue inspirada en la escena de la lectura del guión de All That Jazz, en la que el sonido desaparecía y miraba a su alrededor, una sensación de autocompasión en grado sumo. Porque María Antonieta asume su rol y está dispuesta a llevarlo hasta el final, pese a que el pueblo no la comprenda, pues es la reina más odiada e incomprendida de la historia de Francia.
En los limites de los sueños es donde María Antonieta encuentra la paz ante un pueblo sediento de sangre. Su gesto es noble, enmudece, sin perder jamás su misterio.


En mi final está mi principio
se asoma a la boca-abismo
ante una multitud inabarcable y enfurecida
naúsea sartriana
donde lo innombrable permanece
ajeno al terror.

"Esa vibración que, por resonancia, remite a la pulsión del Universo" (Chantal Maillard, Contra el arte y otras imposturas)

***1/2

© Mar Esteban
Noviembre 2013

martes, 5 de noviembre de 2013

Death Wish, una novela de Brian Garfield

Hoy más recordada por su versión cinematográfica que por la novela original, existe una obra extraordinariamente escrita, y que define muy bien la idea de muerte en la novelística de los setenta: Death Wish, escrita por Brian Garfield en 1972.
         Paul Benjamin es un contable cuya ideología liberal y pacifista se desmorona al ser su mujer asesinada por unos maleantes y quedar su hija en estado vegetativo. Toma una dura decisión: dar con los criminales y ajusticiarlos, limpiando de paso la ciudad de lo él considera malo, sobrante.
         Pero la muerte aquí, que acaece por estrictos motivos de venganza, está lejos de ser glorificada. Death Wish es una novela psico-sociológica de contenido mucho más profundo que su versión al cine. Benjamin no llega a tomar una decisión violenta hasta pasadas las tres cuartas partes de la novela, pero toda su disquisición al respecto da una imagen totalmente contraria del disneyficado Nueva York que ha llegado a ser esta ciudad.
         El mensaje es tan claro como terrible: ¿cómo podemos hacer frente a la violencia cuando somos víctimas de ésta?, ¿cómo respondemos a nuestra propios impulsos violentos, y además, de dónde vienen?, ¿cómo administra justicia un tipo corriente? 
         Con la sociedad norteamericana del momento -dividida entre la paranoia y la culpa, el miedo y la rabia- Paul Benjamin es el nexo moral entre todas ellas. Alguien, acaso, que quiere creer en la democracia a nivel conceptual, pero no sabe cómo vivir en el mundo real.
         Benjamin olvida el utilitarismo benthamiano sobre la ley como correctivo, incluso del castigo como mecanismo que evite el dolor y produzca placeres[1]. Benjamin ya tiene un futuro lleno de dolor y carente de goce, Benjamin se autodestruye mientras lo hace, a su vez, con los delincuentes. Todo comienza despacio:
Those things happened but they happened anonymously; there was no real feeling of human violence to them. Now he had to get used to an entire new universe of reality.[2]
         Es Death Wish una de las más profundas y lúcidas exploraciones de las ramificaciones morales, emocionales y psicológicas de la violencia y de la muerte, desde la perspectiva de víctima y agresor por igual. En este caso y ahí reside su complejidad, son la misma persona, y la novela, en su mayor parte, se ocupa precisamente de cómo oscila Paul Benjamin hacia un lado u otro: now he found himself searching every face for signs of violence.[3]
         En definitiva, resulta notable, y triste, cómo el mundo que Paul ve y el que nosotros, como lectores/espectadores vemos, se convierte cada vez en uno más amenazante, lo que permite a nuestros peores temores, prejuicios e incertidumbres manifestarse con claridad paranoide: the
body rotted, the mind deteriorated; only the demons of subconscious fantasies thrived.[4]
         El problema, el verdadero problema de la oleada terrorífica en la que se ve envuelto ese hombre gris, típicamente americano, es, precisamente, que Paul es absolutamente consciente de que ha cambiado, y de que la violencia, enmarcada en su exacerbado vigilantismo, es sólo eso: violencia. No es el remedio, sino el más penoso empeoramiento de una enfermedad llamada delincuencia. Y Paul, aquel pacifista, es ya únicamente un sociópata irremediable.  


© Texto y traducciones del original: Daniel Arana García de Leániz
Noviembre 2013



[1] DUCHESNEAU, François. «Jérémie Bentham : la morale utilitariste » en François Chatelet (ed). 1973. Histoire de la Philosophie: La Philosophie du Monde Scientifique et Industriel (1860-1940). Paris : Hachette, pp. 125-129
[2] GARFIELD, Brian. (1972) 1982. Death Wish. London : Coronet, p. 56
(Aquellas cosas sucedieron, pero sucedieron anónimamente; no había ningún verdadero sentimiento de violencia humana hacia ellos. Ahora tenía que acostumbrarse a todo un nuevo universo de la realidad)
[3] Ibíd., p. 58
(Ahora se encontraba a sí mismo escrutando cada rostro en busca de señales de violencia)
[4] Ibíd., p. 64
(Con el cuerpo podrido y la mente deteriorada, sólo los demonios de las fantasías subconscientes prosperaron)