Entre 1953 y 1985, Francisco García Pavón escribe ocho novelas largas, cuatro cortas y diecinueve relatos protagonizados por el jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso (GMT) en los que se enfrenta a las diversas variantes delictivas de lo cotidiano. El escritor ruraliza al detective y lo dota de un doctor Watson que es veterinario: Don Lotario, que, entre el homenaje y la parodia sirve -como todos los doctores Watson, desde el cronista de Dupin al Biscuter de Carvalho, por citar otro español- para dialogar el personaje, efectuar las notarías de sus peripecias y representar al lector en el interior de la trama.
Con estos elementos y convirtiendo el
pueblo de Tomelloso en su zona de experimentación particular, descompone
eso que la religión denomina el Mal en múltiples males menores para
demostrarnos que forman parte de todos nosotros: la envidia que
corrompe, la miseria contagiosa, la decisión de matar, el secuestro como
última forma de la atracción, la mezquindad en sus múltiples
transformaciones. Son resueltos, así, eficazmente todo tipo de casos que
se presentan en la localidad manchega y alrededores, desde asesinatos a
robos de jamones.
Manuel
González, alias Plinio, es un tipo cachazudo y tranquilo, con una
sensibilidad oculta pero viva que es su mejor baza para resolver unos
asuntos a los que se enfrenta más con su intuición, sus pálpitos, que
con las habilidades deductivas consuetudinarias en los protagonistas de
esta calaña literaria. Profundo conocedor de su gente, de la gente -de
hecho termina siendo reclamado por Madrid en Las hermanas coloradas
para resolver un caso-, templado y sin embargo curioso, coincide con
Holmes en la necesidad del crimen como desafío intelectual y se hunde en
el aburrimiento en época de sequía delictiva (aunque sin necesidad de
drogas para su combate).
Con su vocación para profundizar en las
motivaciones, constituye un estereotipo opuesto al tipo duro
norteamericano, pero es capaz de compartir con dichos héroes una
concepción moral que no tiene por qué coincidir con la establecida.
Plinio conoce la naturaleza humana y sus periplos por el mundo entero
sin salir de su pueblo.
Su
lenguaje itinerante recoge, con un oído excepcional, los lenguajes de
la gente de la calle, de sus vecinos, acercándonos obscenamente al
delincuente y a su opuesto, sentándolos a nuestra mesa, igualándolos a
fuerza de humanizar sus retratos.
Así, García Pavón enfoca el género
conocido como novela policíaca como una mezcla de lo estrictamente
policíaco con elementos costumbristas y crítica social hasta donde era
posible en la época. Eso le da pues un particular lugar en la historia
de la novela negra española, gracias a la inmensa prosa de su autor, que
utilizará en sus narraciones el mejor castellano que conoce.
Imprescindible, tras la lectura, asomarse a la
serie de ocho capítulos que protagonizaran dos espectaculares Antonio Casal y
Alfonso del Real en el papel de los detectives (ver imagen 1), emitida por TVE
en 1972, y recuperada por los autores de este blog. La novela negra, como todo buen género, es inmortal
de por vida.
© Daniel Arana García de Leániz
Junio 2013
© Daniel Arana García de Leániz
Junio 2013