Hoy
más recordada por su versión cinematográfica que por la novela original, existe
una obra extraordinariamente escrita, y que define muy bien la idea de muerte
en la novelística de los setenta: Death Wish, escrita por Brian Garfield en
1972.
Paul Benjamin es un contable cuya
ideología liberal y pacifista se desmorona al ser su mujer asesinada por unos
maleantes y quedar su hija en estado vegetativo. Toma una dura decisión: dar
con los criminales y ajusticiarlos, limpiando de paso la ciudad de lo él
considera malo, sobrante.
Pero
la muerte aquí, que acaece por estrictos motivos de venganza, está lejos de ser
glorificada. Death Wish es una novela psico-sociológica de contenido
mucho más profundo que su versión al cine. Benjamin no llega a tomar una
decisión violenta hasta pasadas las tres cuartas partes de la novela, pero toda
su disquisición al respecto da una imagen totalmente contraria del disneyficado Nueva
York que ha llegado a ser esta ciudad.
El mensaje es tan claro como terrible:
¿cómo podemos hacer frente a la violencia cuando somos víctimas de ésta?, ¿cómo
respondemos a nuestra propios impulsos violentos, y además, de dónde vienen?, ¿cómo
administra justicia un tipo corriente?
Con la sociedad norteamericana del
momento -dividida entre la paranoia y la culpa, el miedo y la rabia- Paul
Benjamin es el nexo moral entre todas ellas. Alguien, acaso, que quiere creer
en la democracia a nivel conceptual, pero no sabe cómo vivir en el mundo real.
Benjamin olvida el
utilitarismo benthamiano sobre la ley como correctivo, incluso del castigo como
mecanismo que evite el dolor y produzca placeres[1].
Benjamin ya tiene un futuro lleno de dolor y carente de goce, Benjamin se
autodestruye mientras lo hace, a su vez, con los delincuentes. Todo comienza despacio:
Those things happened but they happened anonymously;
there was no real feeling of human violence to them. Now he had to get used to
an entire new universe of reality.[2]
Es Death
Wish una de las más profundas y lúcidas exploraciones de las ramificaciones
morales, emocionales y psicológicas de la violencia y de la muerte, desde la
perspectiva de víctima y agresor por igual. En este caso y ahí reside su complejidad,
son la misma persona, y la novela, en su mayor parte, se ocupa precisamente de
cómo oscila Paul Benjamin hacia un lado u otro: now he found himself searching every face for signs of violence.[3]
En definitiva, resulta notable, y triste,
cómo el mundo que Paul ve y el que nosotros, como lectores/espectadores vemos,
se convierte cada vez en uno más amenazante, lo que permite a nuestros peores
temores, prejuicios e incertidumbres manifestarse con claridad paranoide: the
El problema, el verdadero problema de
la oleada terrorífica en la que se ve envuelto ese hombre gris, típicamente
americano, es, precisamente, que Paul es absolutamente consciente de que ha
cambiado, y de que la violencia, enmarcada en su exacerbado vigilantismo, es
sólo eso: violencia. No es el remedio, sino el más penoso empeoramiento de una
enfermedad llamada delincuencia. Y Paul, aquel pacifista, es ya únicamente un
sociópata irremediable.
© Texto y traducciones del original: Daniel Arana García de Leániz
Noviembre 2013
[1]
DUCHESNEAU, François. «Jérémie Bentham : la morale utilitariste » en
François Chatelet (ed). 1973. Histoire de
la Philosophie: La Philosophie du Monde Scientifique et Industriel (1860-1940).
Paris : Hachette, pp. 125-129
[2] GARFIELD, Brian. (1972) 1982. Death Wish. London : Coronet, p. 56
(Aquellas cosas
sucedieron, pero sucedieron anónimamente; no había ningún verdadero sentimiento
de violencia humana hacia ellos. Ahora tenía que acostumbrarse a todo un nuevo
universo de la realidad)
[3] Ibíd., p. 58
(Ahora se encontraba a sí mismo
escrutando cada rostro en busca de señales de violencia)
[4] Ibíd., p. 64
(Con el cuerpo podrido y la mente
deteriorada, sólo los demonios de las fantasías subconscientes prosperaron)
maravilloso :)
ResponderEliminarGracias, guapísima <3
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