La productora británica Tigon había disfrutado de un gran
éxito en su momento con Witchfinder
general (1968) y The Curse of the Crimson Altar (1968), pero por alguna
razón el productor Tony Tenser decidió que no había necesidad de diversificar y
atraer a un mercado diferente, y en verano de 1969 se estrena esta atípica mezcolanza
de The Body Snatchers (1956), el fenómeno 007 y, por supuesto, el doctor Who.
Ignorada, vilipendiada y sobre todo olvidada, se trata de un
más que interesante producto de la sci-fi británica, a la espera de recibir una
edición en DVD en nuestro país:
Cuando dos grupos de once paracaidistas desaparecen a mitad
de salto, el hombre del ministerio Hindesmith (Allan Cuthbertson), encarga al General
Armstrong (magnífico George Sanders) y al diseñador de paracaídas Jim Radford (Neil
Connery, hermano de Sean) buscar un investigador, que será el mujeriego Bob
Megan (Patrick Allen), que en un principio no cree que nada misterioso esté
sucediendo.
Pero Megan empieza a descubrir cosas extrañas, como que en
uno de los lugares de aterrizaje original se encuentre una hebilla del
paracaídas, o que la primera noche, en el hotel de la playa, se encuentre con
Lorna (Lorna Wilde), una misteriosa mujer que aparentemente también desaparece
inesperadamente.
Megan descubre un denominador común: que los once
paracaidistas desaparecidos habían sido entrenados para viajes espaciales, y por
ello decide detener todos los saltos hasta que se entere de lo que está
pasando. Pero cuando uno de los paracaidistas regresa, y muere antes de revelar
nada, dos doctores (Maurice Evans y Hilary Dwyer) encuentran radioactividad en
su cadáver, y los acontecimientos se precipitan hacia un impredecible
desarrollo.
Evidentemente, y aunque estemos lejos de una obra maestra
del fantástico británico -pero tan digno como casi todos los productos de
aquella época, incluyendo los de la Hammer, y superior a Moon Zero Two, del mismo año, por ejemplo- nos hallamos ante un divertido,
solvente y sobre todo, peculiar producto de la serie B más entrañable, con una
excelente ambientación, un reparto de lo más british y lograda en el sentido de
que se trata de una obra de poco presupuesto, pero resuelta con la suficiente
inteligencia como para que el espectador no pierda el interés a través de su
hora y media. Único film de su realizador, Gerry Levy, dedicado luego a
labores de producción para Attenborough o Pollack, nada menos.
***
© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013
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