jueves, 31 de octubre de 2013

POSTAL DE UNA CALLE


 La calle
donde el músico juega a que adoptemos su oído.

Cada uno
ve lo que cede.

¿Por qué, entonces, si resulta tan ajeno a la
arrogancia y al pathos de la distancia, por qué entonces es tan rara su música?

Recibe
sólo aquello que expone.

Bajo la tenue iridiscencia de los arcos
multiplicados en el claustro desnudo.

Bajo el sofocante calor del mediodía, en esa calle desierta,
que irá a la busca del lento desperezo del atardecer en un día de verano.

Su oído es también ojo.
Es ese misterioso contrapunto sombra que no parece venir sino de un interior sin imágenes ni formas.

En esas ocasiones de abismática profundidad neural da sobre todo miedo.

Sonoridad de jazz que pugna por brotar.

Apenas, la voz perfecta
que será al fin silencio.

© Texto: Daniel Arana García de Leániz
Dibujo: Bob Dylan
Octubre 2013

lunes, 21 de octubre de 2013

The Body Stealers (Gerry Levy, 1969)

La productora británica Tigon había disfrutado de un gran éxito en su momento con Witchfinder general (1968) y The Curse of the Crimson Altar (1968), pero por alguna razón el productor Tony Tenser decidió que no había necesidad de diversificar y atraer a un mercado diferente, y en verano de 1969 se estrena esta atípica mezcolanza de The Body Snatchers (1956), el fenómeno 007 y, por supuesto, el doctor Who.

Ignorada, vilipendiada y sobre todo olvidada, se trata de un más que interesante producto de la sci-fi británica, a la espera de recibir una edición en DVD en nuestro país:

Cuando dos grupos de once paracaidistas desaparecen a mitad de salto, el hombre del ministerio Hindesmith (Allan Cuthbertson), encarga al General Armstrong (magnífico George Sanders) y al diseñador de paracaídas Jim Radford (Neil Connery, hermano de Sean) buscar un investigador, que será el mujeriego Bob Megan (Patrick Allen), que en un principio no cree que nada misterioso esté sucediendo.

Pero Megan empieza a descubrir cosas extrañas, como que en uno de los lugares de aterrizaje original se encuentre una hebilla del paracaídas, o que la primera noche, en el hotel de la playa, se encuentre con Lorna (Lorna Wilde), una misteriosa mujer que aparentemente también desaparece inesperadamente.

Megan descubre un denominador común: que los once paracaidistas desaparecidos habían sido entrenados para viajes espaciales, y por ello decide detener todos los saltos hasta que se entere de lo que está pasando. Pero cuando uno de los paracaidistas regresa, y muere antes de revelar nada, dos doctores (Maurice Evans y Hilary Dwyer) encuentran radioactividad en su cadáver, y los acontecimientos se precipitan hacia un impredecible desarrollo.

Evidentemente, y aunque estemos lejos de una obra maestra del fantástico británico -pero tan digno como casi todos los productos de aquella época, incluyendo los de la Hammer, y superior a Moon Zero Two, del mismo año, por ejemplo- nos hallamos ante un divertido, solvente y sobre todo, peculiar producto de la serie B más entrañable, con una excelente ambientación, un reparto de lo más british y lograda en el sentido de que se trata de una obra de poco presupuesto, pero resuelta con la suficiente inteligencia como para que el espectador no pierda el interés a través de su hora y media. Único film de su realizador, Gerry Levy, dedicado luego a labores de producción para Attenborough o Pollack, nada menos.


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© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013

jueves, 17 de octubre de 2013

Murders in the Rue Morgue (Gordon Hessler, 1971)

El cuarto film de Gordon Hessler para la AIP sería la última entrada en la segunda serie de “adaptaciones” de la obra de Edgar Allan Poe. En este caso se trataría de “Murders in the Rue Morgue”, cuento publicado en 1841, considerado como el primer relato de detectives de la historia de la literatura. Como en casi todas las adaptaciones de la obra de Poe realizadas por la AIP, es muy poco lo que se recoge del cuento original. En este caso además del título, lo que el guionista Christopher Wicking hace es situar la acción alrededor de una producción teatral que adapta la obra de Poe, la cual se convierte en el blanco de un misterioso y vengativo hombre desfigurado el cual fue enterrado vivo. 

Según Hessler, la razón por la cual se desarrolló la historia de ese modo, fue debido a que ya existía una adaptación cinematográfica del cuento (protagonizada en 1932 por Bela Lugosi), por lo cual todo el mundo ya sabía cómo terminaba la historia. 

Así las cosas, “Murders in the Rue Morgue” (1971) –competentemente protagonizado por  Herbert Lom, Adolfo Celi o Christine Kauffman, y no tanto por un Jason Robards que seguía hundido en su alcoholismo y realiza una hierática y aburrida interpretación- es más bien una adaptación de “El Fantasma de la Ópera”, de Leroux, pero con la habitual complejidad de los films dirigidos por Hessler, cuya predilección por el montaje onírico y pesadillesco –que había mostrado ya en obras anteriores como “Scream and scream again” o “The Oblong Box”- le convierten en un director más que peculiar de su época.

Con un reparto internacional bien llamativo -se trata de una coproducción, por lo que encontramos americanos como Robards, italianos como Celi, alemanes como la bellísima Maria Perschy o españoles como Rafael Hernández- la historia empieza sin demora, por, suponemos, aprovechar el metraje para el que había presupuesto:

Cesar Charron (Jason Robards), es el director de una compañía de teatro que se encuentra presentando la obra “Murders in the Rue Morgue”, de Edgar Allan Poe, en París. Mientras que la esposa de Charron y estrella de la compañía, Madeleine (Christine Kauffman) comienza a tener una serie de horribles pesadillas protagonizadas por un asesino enmascarado, algunos de los actores de la compañía empiezan a ser asesinados sin razón aparente. ¿Cuál será la razón de estos asesinatos y que conexión tienen con las pesadillas de Madeleine?

No hablamos, qué duda cabe, de una obra maestra del cine de terror de los 70, pero sí de un producto honrado, a la altura de otros trabajos producidos por la AIP, donde destacan con luz propia los personajes de Lom y Celi, y especialmente el aire onírico que pretende darle Hessler a la historia, insertando un sueño que se repetirá una y otra vez, donde en cada ocasión se presenta una nueva pieza del rompecabezas. En ese sentido, la pesadilla que experimenta la protagonista resulta efectiva, donde un misterioso hombre enmascarado sostiene un hacha sobre la cabeza de Madeleine.

Hessler deberá ser reivindicado en algún momento como ese más que interesante e inteligente artesano del fantástico que fue.



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© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013


jueves, 3 de octubre de 2013

Witchcraft (Brujería, Don Sharp, 1964)

Recién aparecida en DVD en nuestro país, Don Sharp ofrece una de sus mejores obras cinematográficas. Acababa de terminar otra de sus maravillas, “Kiss of the vampire” (1963), para la Hammer, y, aunque se trata de un título evidentemente encuadrado en la serie B británica, resulta un producto de renombre por muchos aspectos. Harry Spalding escribe un inteligente guión, constituyendo éste una interesante aportación a la no muy amplia filmografía sobre la temática de la brujería, centrada en un lejano y ancestral enfrentamiento existente casi shakespeariano entre la familia de los Whitlock, que en el siglo XVII se caracterizaron por su prácticas de brujería, y los Lanier, que en su momento aprovecharon aquella circunstancia para adueñarse de sus propiedades. 

Todo ello en el ámbito de la campiña inglesa, donde tres siglos después un descendiente de estos últimos, aliado con un promotor inmobiliario sin escrúpulos, ha profanado el viejo y abandonado cementerio de los Whitlock. Contra ello se opondrá el viejo heredero de la misma, Morgan (Lon Chaney, Jr.), quien no dudará en ponerse infructuosamente al avance de la excavadora -que dejará abierta una lápida-, quejándose a Bill Lanier (Jack Hedley), el cabeza de la familia, corresponsable de las obras, aunque en el fondo había ordenado que tal cementerio se respetara. Será el inicio de toda una pesadillesca historia, con la resurrección de Vanessa Whitlock (Yvette Rees), la joven que tres siglos antes fuera condenada por los antepasados de los Lanier a ser enterrada viva, y que desea poner en práctica su plan de venganza. 

Hasta aquí la sinopsis, que no resulta novedosa especialmente, y quizás allí es donde reside su encanto, por sus lugares comunes bien revisados. Recordará al avezado espectador a obras magistrales como The night of the demon (1957), La maschera del demonio (1960), y productos más que notables como The night of the eagle (1961) o la extraordinaria City of the dead (1960). Una historia que, como todos los títulos antes citados, presenta el contraste del atavismo de una maldición del pasado en el seno de una rivalidad contemporánea, que se sigue manteniendo dentro de una sociedad que conserva aún los rasgos de la misma –la presencia de la mansión de los Lanier, de la que se logra una estupenda utilización dramática; el aquelarre que comanda el viejo Morgan, precisamente en el subsuelo de dicha mansión, al que se accede por el pasadizo que se encuentra en la cripta de la primera de las familias citadas. 

Lastrada quizás solo por una chirriante banda sonora y algunos impresentables zooms, que le impiden alcanzar el rango de obra maestra, Sharp consigue atraparnos en una propuesta quizá no excesivamente original, pero sí suficientemente provista de interés.

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© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013









miércoles, 2 de octubre de 2013

ALULILA






Y me detengo a observar la quietud
de un nuevo mes que entra, que empieza, 
que comienza en continuo movimiento.

Invertir el cambio
        no admite réplica ...

Tres nombres me han concedido:

"Alulila" era la Ítaca deseada, 
la isla que Ilulu buscaba errante
durante toda una vida como Ulises.

"Porque toda la vida es Poesía"

Porque todos seguimos las huellas
       de nuestros Pasos Perdidos
y regresamos a la magia del orígen,

                            nuestros orígenes.

Aún nos queda la aurora, 
                  el coral, 
                  la rosa, 
                        los pétalos, 
                      el mañana, 

que deja de ser lo que es
para ser aquí y ahora.

Y, sin embargo, la duda aparece
y con ella el temblor y la ignorancia ...

para mirar hacia adentro,
entrar en esa introspección,
tal vez sería necesario el desmayo,
y el humo cambiaría de rumbo
hacia acantilados que vibran más alto,
desbordando miradas impasibles

y, aún siendo novedad, 
no deja de ser costumbre, 

costumbre onírica, 
 costumbre extraña, 
      costumbre inequívoca, 
  costumbre inefable, 

porque por costumbre
no habrá recompensa ni castigo
sólo fluidez, deseo y gozo.

Planta de coral
       que mira hacia adentro ...
es en ese instante 
donde se invierte el mundo 
ese mundo que muy pocos comprenden
esa llanura, 
ese paisaje, 
de corales y de colores, 
de sombras y anhelos,
de búsquedas y deseos.

© Texto: Mar Esteban
Fotografía: Salva Magaz
Octubre 2013


Prometheus (Ridley Scott, 2012)

Presentada como un film espectacular, precuela de “Alien” (1979), y dirigida por el mismo realizador, el irregular Ridley Scott, sólo tiene lo primero y lo tercero, muy competentemente, dicho sea de paso. El principio es innegable en su espectacularidad y la trama casi una mera excusa: un grupo de científicos y exploradores emprende un viaje espacial a un remoto planeta, una rara estrella recién descubierta, donde sus límites físicos y mentales serán puestos a prueba. El motivo de la misión es que los humanos creen que allá podrán encontrar la respuesta a las preguntas más profundas y al mayor de los misterios: el origen de la vida en la Tierra. 



No, damas y caballeros, Scott no da ninguna clave específica sobre ese origen. Ni falta que hace. Tampoco molesta la suerte de “sopita new-age” que se da al espectador, a modo de caldo reconfortante. Y no, la película no llega a la altura de las dos primeras películas de “Alien”. En absoluto, pero lo que sí hace es superar con creces a las dos siguientes, ambas bodrios insalvables, dicho sea de paso. 


A pesar de sus defectos (la trama presenta no pocos agujeros, quién sabe si para que se nos dé la respuesta a los mismos en su anunciada continuación para 2015), “Prometheus” cuenta con pasajes verdaderamente arrebatadores. Ahí está su maravilloso prólogo, los quehaceres diarios de David durante el viaje o incluso ciertos instantes sangrientos. Semejantes bondades se benefician de la magnífica puesta en escena del realizador, quien nos brinda estampas en verdad admirables. 

Decíamos al principio, y nos reiteramos, que “Prometheus” funciona como espectáculo, que nos traslada a los tiempos de la extrañada Ripley, homenajeada en la figura del personaje de Noomi Rapace, lo mejor del reparto junto al inconmensurable Michael Fassbender, actor total que se desmarca con otro recital gracias al personaje más complejo e interesante de la cinta, el androide Dave. Como precuela de 'Alien', no existe. Como reivindicación de Ridley Scott, funciona, pues aún queda esperanza de que, con otra historia en sus manos, su perdido estatus de autor -perdido entre filmes nefastos- regrese en forma de aplauso unánime de crítica y público. 

“Prometheus” es, sin que flaquee el pulso al escribirlo, una buena película, tan simplona a ratos como efectiva, y que, por cierto, supera películas de su director como las infames “Robin Hood”, “Gladiator” o “La Teniente O’Neil”.

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© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013

The Canyons (Paul Schrader, 2013)


El director Paul Schrader y el escritor Bret Easton Ellis se unen para documentar, a modo de thriller, las vidas de cinco jóvenes de entre 20 y 30 años en su búsqueda de amor, poder, sexo y éxito en el Hollywood actual. Quizás no nos hallemos ante la obra maestra de su director, pero sí que tenemos una lúcida crítica, un comentario sobre el estado de la cuestión en este 2013, introspección de esos jóvenes ricos mediante.

El guión de Easton Ellis no desmerece su novelística, por otro lado excelente. Bien fotografiada, y no  interpretada, Schrader gira en torno a El Último Tango en París, con un trasfondo thriller para conseguir del espectador aquello que se pretendía, ya que al menos, es inevitable no lograr convencerle de las cualidades interpretativas de la Lohan -al parecer rehabilitada de sus múltiples adicciones, y que recuerda cada vez más a Marlon Brando en la década de los 70- o de James Deen, que suena parecido al mito, pero está bien lejos de serlo.

Se vendió como un producto rompedor y atrevido sobre las vidas de unos jóvenes en la periferia de Hollywood, bien alejada de lo que el cine nos tiene acostumbrados y no resulta rompedora, en efecto, pero sí un inteligente producto del gran Schrader, que vuelve a sus principios de redención, de pecado, en definitiva, una película digna y tan calvinista como Hardcore, American Gigolo, Cat People o la más reciente Affliction. Lo bueno de The Canyons, o lo mejor, no obstante, es que lo que es no puede contarse, debe de verse.

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© Daniel Arana García de Leániz
Octubre 2013